En Sallent de Gállego, localidad del precioso Valle de Tena, adornado por el Embalse de Lanuza, que deja una preciosa instantánea del lugar abrazado por las montañas, con la Peña Foratata destacando en su portentosa estructura, pero sin dejar escapar el pensamiento de que anegó 114 hectáreas de terreno y obligó a deshabitar el poblado que lleva su nombre, se celebra como todos los años los alegres Mercados del Mundo, sede diurna y carismática de Pirineos Sur.
Los puestos de comidas africanas, alemanas, veganas y locales, entre otras, conviven con los stands de ropas, juguetes, artesanía, peluquería, bisutería y joyería, en un marco de convivencia aderezado por la música del escenario de Sallent, que desprende sonidos folk y étnicos con un toque del alegre medievo, al menos en ese momento de la mañana. Mientras, los niños corretean de un lado a otro, subiendo y bajando constantemente a la orilla del recién nacido río Gállego, que trae sus gélidas aguas para disfrute de todos. Los perros, liberados de sus amos, pasean entre la multitud, algunos buscando un lugar a la sombra, otros acompañando a los niños a refrescarse al río, otros buscan caricias de los humanos, otros, simplemente, pasan por ahí.
El sol cae en vertical, la lona blanca que cubre el pasillo que hacen las dos hileras del mercadillo se tambalea de vez en cuando gracias a una leve brisa que perdona durante unos segundos el calor sofocante. Pero eso no impide disfrutar del lugar. El gaitero ameniza el ambiente, según la canción cambia de instrumento y sopla otro, la flautista baña el sonido cual alegre juglar, la guitarra y la mandolina se funden en una agradable conjunción de sonidos. Entre tema y tema los músicos recomiendan bailar al público. «El calor se pasa bailando». Parejas, padres y madres con sus hijos, grupos de amigos e individuos hacen caso de ello, mientras otros los observan desde las terrazas cubiertas por la lona blanca.
Hay quienes prefieren entrar a ver la exposición ‘Albino‘, en una carpa paralela al escenario. En ella la fotoperiodista Ana Palacios muestra imágenes de albinos tomadas en Kabanga, Tanzania, lugar donde se encuentra el mayor número de personas que sufren albinismo. Niños bailando, jugando, siendo atendidos por personal sanitario y cooperantes, mujeres bañando a sus hijos, trabajando con el cuerpo entero protegido por el sol, manchas en la piel…una muestra dura y reivindicativa sobre la situación de los albinos, pero también preciosa.
Dentro del mercado, dejando atrás las terrazas donde unos comen creps, otros hamburguesas veganas, otros salchichas alemanas, otros longaniza de Graus, otros beben mojitos, caipiriñas, granizados, batidos o zumos, una mujer se hace trenzas mientras un joven de pelo largo se interesa por el rato que le costaría sustituir toda su melena, en el siguiente puesto una niña se prueba un vestido veraniego de colores ante la mirada alegre de su madre. Más adelante, una mujer mira unas faldas con bolsillo delantero, unos chicos se prueban unas riñoneras. Otros, de unos treinta años, observan camisetas y tops con dibujos hechos a mano. Enfrente, un matrimonio observa pinchos para recoger el pelo y se queja de los precios. Unos coches hechos con latas de refresco sorprenden a un grupo de jóvenes. Una niña sin camiseta, con una melena rubia color sol, corretea junto a perros más grandes que ella en dirección al río, que transcurre en la misma dirección que el pasillo central del mercadillo.
Incrustrado entre puestos de ropa y accesorios artesanos, el puesto de comida del Sahel de Dudu emite aromas exóticos, de verduras y carnes picantes traídas de su tierra. Arroces, cuscús, queso rebozado y pinchos de carne son degustados en las mesas de la terraza, enfrente, vestidos, camisetas y pantalones de rallas son revisados por varias parejas. Dudu ofrece también refrescos senegaleses. El bissap, con su color vino, el bouyé, con su sabor frutal y textura espesa, y el gengibre con piña, picante y refrescante, sorprenden con sus sabores y triunfan entre los turistas y los encargados de los establecimientos de alrededor. El arroz con verduras, ligeramente picante, sacia y hace sudar. Viene realmente bien, dadas las 14 horas del día y más de 30 grados. El café senegalés, con su aroma intenso y sabor profundo, gusta a quienes están acostumbrados al solo sin azúcar y los sabores un tanto amargos.
Las orillas del Gállego acogen a un sin fin de grupos de amigos, familias y parejas que guardan fuerzas, a la sombra o al sol, durante las horas de la siesta. Las calles de Sallent no dejan de estar concurridas por quienes vienen a disfrutar de Pirineos Sur. Sus establecimientos están llenos. Hay miles de aspirantes a fotógrafos con sus móviles apuntando a sus caras con las casas pirneaicas tras ellos. Las montañas observan, con sus intensos colores verdes, cómo la gente pasa el fin de semana sin pensar en otra cosa que no sea sonreír.
Envidia me ha dado! Aún se me está pelando la espalda de cuando me quemé cuando fui hace poco.